¿Puede una consulta con el psicólogo acabar refiriendo a un dentista, o viceversa? La salud bucodental y la salud mental y emocional guardan estrecha relación y son un “monitor en tiempo real” de tu estado de salud general.
Sí. Pueden acabar refiriéndose ambas disciplinas. Por lejanas que puedan parecer.
No han sido pocas las investigaciones llevadas a cabo en países desarrollados y que apuntan a que el cuidado dental influye en la salud mental y emocional; y que una mala salud mental suele “estallar” en afecciones en la boca, dientes y encías.
Cuando la tensión o el estrés acaban en el dentista
En los últimos tiempos, una de las disciplinas más estudiadas y desarrolladas por un gabinete de psicólogos especializados es la salud emocional.
La salud emocional, como derivada de la salud mental, se refiere a la incidencia que tienen las emociones en el comportamiento del cerebro. Entendiendo, claro está, a las emociones y a cómo se controlan, se suprimen, se manifiestan o a cómo se reacciona ante su aparición. Y entendiendo también al cerebro como el eje central de todos los órganos vitales.
Es así como se ha demostrado que algunos padecimientos como el estrés, la tensión y la ansiedad (tan frecuentes en la sociedad moderna) acaban teniendo repercusiones negativas en la salud física y, específicamente, en la salud bucodental.
La boca está llena de bacterias y microorganismos. La mayoría de ellos inofensivos y necesarios para un correcto funcionamiento del cuerpo. El sistema inmunológico, de forma natural, se encarga de suprimir el exceso de ellos, así como también los nocivos (en compañía de una correcta higiene bucal).
Sin embargo, en situaciones de alta tensión emocional, como pueden ser la depresión, la ansiedad o el estrés, el sistema inmunológico funciona de forma diferente, muchas veces descuidando zonas como la boca, permitiendo la proliferación de más bacterias. Son estas últimas las que ocasionan infecciones y enfermedades periodontales comunes.
Estudios realizados por distintas universidades y especialistas añaden que al tratarse de situaciones de tensión, la presión sanguínea se ve disminuida, razón que evita la correcta irrigación de la boca, la correcta salivación, y en resumen, el correcto cuidado de la boca por parte del sistema inmunológico.
La solución parece ser sencilla. Primero, priorizar la higiene bucal (sin importar la causa). Segundo, ante el primer indicio de pérdida del control emocional, visitar a un psicólogo para que pueda brindar ayuda antes de que situaciones supuestamente aisladas, como un episodio de estrés laboral, tengan consecuencias en su salud bucal o física.
La salud bucodental: un monitor en tiempo real de muchas enfermedades
Nunca se debe postergar la visita a un dentista. A pesar de que todo parezca estar en orden.
La salud bucodental es un binomio indivisible de una higiene bucal correcta (cepillado frecuente más el uso del hilo dental) y visitas periódicas al dentista.
La salud bucodental es, además, un monitor en tiempo real de muchas enfermedades que parecieran no tener ninguna relación con la boca.
Un buen dentista, como el caso de Ion Zabalegui, notará enseguida que la boca no es el origen, sino la consecuencia de una patología mayor.
Así sucede, por ejemplo, con enfermedades como el cáncer o la diabetes, que ocasionan falta de salivación o bloquean el funcionamiento normal del sistema inmunológico en la boca, dando paso a infecciones y problemas en encías y piezas dentales.
En la salud mental, también guarda estrecha relación la salud bucal.
Cuando existen problemas bucales (como infecciones o hinchazón) que impiden la irrigación sanguínea normal, esta falta de irrigación repercute también a otras zonas del cuerpo, como el cerebro.
Es así porque la irrigación misma evita un funcionamiento correcto de otros órganos del cuerpo. Además, incide negativamente en la salud emocional, porque la salud bucal es una de las preocupaciones máximas de toda persona.
Pero también, como demostró un estudio de la Universidad de Columbia en el año 2015, una persona con periodontitis puede ocasionar, por la propia infección, que su organismo disminuya el rendimiento cognitivo. O lo que es igual: acelerar los posibles riesgos de Alzheimer, de enfermedades o accidentes cerebrovasculares.
No dejarse controlar por las emociones, y no dejar de cepillarse los dientes. ¿Quién lo diría?