El mejor consejo antes de separarse es no deteriorar la relación y mantener el respeto en todo momento. En ocasiones, se dilatan las decisiones de optar por un divorcio rápido y amistoso, debido a preguntas recurrentes como: ¿dónde voy a vivir ahora, qué sentido tiene esto a mi edad?, o ¿y mis hijos qué? Sin embargo, gracias a unos buenos asesores jurídicos, será más fácil poner solución a todas estas cuestiones.
El divorcio es una herramienta legal que dispone la ley para finiquitar una relación matrimonial. En España, la actual ley del divorcio está vigente desde 1981 y, desde entonces, más de 3,6 millones de parejas han optado por utilizar esta herramienta, de las cuales, más de 86.800 se fraguaron en el pasado ejercicio 2021. Es, por tanto, un derecho que ha sido utilizado de manera recurrente por aquellos matrimonios que han visto, que una ruptura era la mejor solución a los problemas de convivencia o incompatibilidad.
Sin embargo, hay que tener en cuenta varias cuestiones antes de separarse. Por un lado, hay que pensar siempre en el estado emocional de las personas. Entender que si se ha tomado esa decisión debe estar encaminada a mejorar la vida de ambos y, por ende, debería ser un acto conciliador. Para ello, es bueno tomar consejos antes de separarse, tales como: hacerlo de una manera amigable, mantener la calma, así como la comunicación entre los cónyuges. Además, cuando existen hijos menores de por medio, es preciso no involucrarnos en el proceso como arma arrojadiza, ya que eso va en detrimento de todas las partes y, sobre todo, acudir en cada caso a los especialistas que puedan ayudar a reconducir la situación.
La mediación de un abogado es vital
Una vez se haya tomado la decisión de mutuo acuerdo, será preciso concretar las condiciones con las que se desea afrontar el divorcio. Lo lógico es que, siempre que no exista violencia de género de por medio, una situación en la que debe existir un proceso de garantías para la mujer y sus hijos, ambos acudan a un abogado de separación con objeto de asesorar a la pareja sobre todos los pros y contras, y trazar un calendario acorde con las necesidades mutuas, para que ambos se sientan en igualdad de condiciones.
Cuando el divorcio es sin hijos, es mucho más sencillo disolver la sociedad de gananciales. Sin embargo, cuando hay hijos, sí que hay un trámite algo más complejo, al tener que trabajar convenios reguladores sobre los hijos, la manutención o el uso de la vivienda familiar. No obstante, en este segundo caso es cuando se aconseja que el divorcio sea aún más amistoso, ya que esas personas tendrán para siempre un vínculo, independientemente de su separación emocional, les guste o no.
La crisis de los cuarenta y el divorcio, un binomio constante
Según los datos estadísticos, las parejas de edad comprendidas entre los 40 y los 50 años, son las que más se divorcian en España. Lógicamente, a rasgos generales, existen componentes psicosociales para que este fenómeno ocurra. Sin embargo, hay cuestiones que al divorciarse a los 40 lo que nadie te cuenta es la crisis emocional que se sufre, la idea de querer emprender un nuevo camino vital, pero estar lastrado con todo lo que te ata a lo anterior. En definitiva, que hay una encrucijada complicada de traspasar y, en muchas ocasiones, es bueno sentarse a reflexionar.
Porque, normalmente, los cuarenta son una década en que las hipotecas están a medio pagar, los hijos a medio criar y los proyectos vitales a medio gas. A veces, esa rutina genera una tensión personal de la que se desea salir, sin embargo, hay que intentar pensar en frío y saber si el divorcio vendrá a solucionar o, por el contrario, a empeorar aún más el estado de ansiedad.
El miedo a la soledad y el desamparo
Igualmente, muchas personas aguantan en una relación por comodidad, por miedo a enfrentarse a una nueva realidad, aunque en su interior, saben que no existe solución posible al mal instalado en la pareja. En este sentido, uno de los grandes miedos es el desamparo a no saber y plantearse cuestiones como, si me separo no tengo donde ir; cuando la realidad es que la propia ley contempla la situación de ambos cónyuges y protege a aquel que presenta más dificultades económicas durante un periodo prudente, o el que se lleva la peor parte al disolverse la sociedad. Por ese motivo, no debe ser una excusa el hecho de no tomar las riendas de la vida por el hecho de creerse en desigualdad de condiciones, porque existen expertos juristas y abogados especializados que pueden ayudar a salvar esas lagunas.
En definitiva, ni arrojo sin pensar, ni aguante por castigo, el divorcio existe como figura legal y está para utilizarla. Sin embargo, se aconseja siempre, sea cual sea el caso, acudir a los profesionales experimentados y no tirarse a un escenario en el que puede que todos salgan dañados, cuando todo puede ser evitable.